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Echado en el sofá de casa viajo en el pescante de un carruaje, con una piel de coyote sobre las piernas y una bufanda de lana en la boca. Las praderas de Nebraska, de una aridez cobriza, inmisericorde, se extienden a ambos costados como ilustraciones de un dibujante hastiado de su oficio. El camino se lo inventan los brutos al avanzar a fuerza de azotes en la grupa con el tiro. En el lateral va siempre una vara de avellano para defenderse de las serpientes de cascabel. Me ha parecido oír un crujido bajo los cojines. Mi pantorrilla, maldita sea.
Echado en el sofá de casa viajo en el pescante de un carruaje, con una piel de coyote sobre las piernas y una bufanda de lana en la boca. Las praderas de Nebraska, de una aridez cobriza, inmisericorde, se extienden a ambos costados como ilustraciones de un dibujante hastiado de su oficio. El camino se lo inventan los brutos al avanzar a fuerza de azotes en la grupa con el tiro. En el lateral va siempre una vara de avellano para defenderse de las serpientes de cascabel. Me ha parecido oír un crujido bajo los cojines. Mi pantorrilla, maldita sea.