La llegada del día es como el pantalón extraviado en el armario hace años que uno encuentra al ir en busca de los calcetines y le alegra tanto haberlo descubierto que no duda en quitarse el que ya se había puesto para que con la prenda reviva el recuerdo de los tiempos en los que lo lucía y le gustaba lucirlo, pero cuando introduce la pierna derecha no logra que el pie aparezca al cabo de la pernera y aun así precipita la pierna izquierda en el tubo correspondiente y patalea y gesticula por forzar el camino que no halla.