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Virgile dice que se llama y que me conducirá al paraíso. ¿Al paraíso?, si no ha soltado ni un franco más. Tampoco menos, me contento. Luego empiezo a temer: ¿al suyo o al mío? Porque si el fuego y las calderas y los latigazos forman parte de su cielo, para mí será el pequeño y habitual infierno. Pronto se verá, me digo por acallar las premoniciones. Sonríe embotado detrás de mí en la escalera de la pensión. Al final no será ni una cosa ni otra, eterno purgatorio de hombres que vuelcan su ternura o crueldad y desaparecen para siempre.
Virgile dice que se llama y que me conducirá al paraíso. ¿Al paraíso?, si no ha soltado ni un franco más. Tampoco menos, me contento. Luego empiezo a temer: ¿al suyo o al mío? Porque si el fuego y las calderas y los latigazos forman parte de su cielo, para mí será el pequeño y habitual infierno. Pronto se verá, me digo por acallar las premoniciones. Sonríe embotado detrás de mí en la escalera de la pensión. Al final no será ni una cosa ni otra, eterno purgatorio de hombres que vuelcan su ternura o crueldad y desaparecen para siempre.