De mis veranos de adolescente recuerdo la pregunta que todos repetían nada más verme llegar al pueblo donde iba a pasar las vacaciones: ¿Cuándo te vas? En mis veraneos de novelista recién llegado al oficio choco con una pregunta igual de frustrante: ¿Qué está escribiendo? El libro, que aún huele a tinta, está sobre la mesa, la posibilidad de que algún día lo lea quien me interroga me parece remota; sin embargo, he de responder a esta cuestión palpitante. Miento: un escritor siempre tiene algo cociéndose en el horno. Presentar novelas es lo único que amputa la voluntad de escribirlas.