El fallecimiento reciente de un crítico me recuerda la agonía del oficio que practicaba. El modo como años atrás fue apartado del diario donde trabajaba Ignacio E. (aunque no me gustaran sus argumentos, con frecuencia apriorísticos: igual podían servir para denostar un libro que para ensalzarlo) ilustra el óbito de la crítica literaria en los periódicos; el día en el que el redactor jefe se dijo faltaría más que pueda escribir lo que le dé la gana por encima de los intereses (lo que de hecho pensaban todos: editores, autores y hasta críticos) y actuó en consecuencia: instaurando el boletín.