Soldado de reemplazo en una unidad de la Brunete, del 23 de febrero puedo contar tantas anécdotas, minuto a minuto. El día 24 de febrero amaneció con una orden diferente: acuartelamiento. El encierro aquel impedía el paseo por Madrid, pero sobre todo le puso cerco también a las conversaciones. Lo que había ocurrido la víspera fuera se digería con palabras, insaciable decirlo todo en cualquier parte, menos allí dentro, en Wad-Ras, donde se había decretado acuartelar los sentimientos. Aquella tarde inacabable escribí la carta más larga y solitaria que recuerdo. La eché, ingenuo, al buzón del cuartel. No llegó nunca.