sábado, 29 de noviembre de 2008

Charcos

Llueve. Al caminar hacia la panadería el paraguas —como celestina en pista de baile— empareja mi mirada con los charcos. Nuestra intimidad crece alimentada por la lluvia. Me seduce la piel que motean círculos fugaces y también las impurezas que los charcos atesoran: hojas que amarillean y hojas secas, colillas blancas y colillas ocres, pedacitos de celofán, papelillos arrugados de diversos tamaños, plásticos nómadas, una brizna de silencio y, cuando me inclino para observar a fondo sus secretos, la imagen de mi rostro bajo el paraguas. Cada charco parece una anotación en el bloc de los sábados por la mañana.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Calle Infantas





Cómo agradecer al reloj digital que no ilumine la hora al pie del televisor cuando apague la luz, a la repisa que en el baño no permite desplegar los útiles de aseo, al patio interior demasiado estrecho que me impide ver el cielo y el campanario que contemplaba en otro hotel unas calles más allá no hace mucho. Cómo agradecérselo y a la vez rogar que en la calle Infantas descubra nuevos motivos, mínimos, de costumbre traicionada. Mientras me entretengan estas minucias, a las que doy el trato de incomodidades, conseguiré esquivarte, soledad, huésped perpetuo en los cuartos de hotel.

lunes, 24 de noviembre de 2008

El asesor

—Proclamo... (¿Puedo lanzar ahora la proclama, verdad?)
—Claro, presidente. Es el momento.
—Proclamo la necesidad de un gobierno unido junto al pueblo que lo sostiene con su clamor unánime, sin disonancias, con el espíritu único del amor al bien y a la verdad, con la armonía del obelisco.
—(Chist, presidente, presidente.)
—(¿Qué?)
—(La proclama. Que le está saliendo un poco... digamos, no demasiado democrática.)
—(¿Ha de ser más democrática, cree?)
—(Tengo la impresión.)
—(Gracias. Empiezo de nuevo). Proclamo la necesitad de un gobierno unido con el pueblo que lo sostiene con el fruto unánime de las urnas, con el voto...

viernes, 21 de noviembre de 2008

La luz coloquial, ¿qué ilumina?

Recién aterrizado el avión que me trae a Málaga, se levanta una joven —veintitantos, de tarde en la peluquería, con chaqueta de piel, marcas y esas cosas—, enciende el móvil —como todos a su alrededor— y responde a la primera llamada: «El que... el que —con la e muy larga y clara tendencia a abrirse: el queeaaa, algo así—, el que... calla, cojones». Siempre he oído decir que los escritores deben beber del habla, dejarse acunar por la luz coloquial... pero qué escribiré —me pregunto cada día cuando escucho hablar a tantos coetáneos— con esta lengua bronca, vacía.

jueves, 20 de noviembre de 2008

«Descortesía del suicida», de Carlos Vitale, en Candaya




Carlos Vitale (1953) ha creado un género propio en la frontera entre la narración y el poema; de la primera procede la materia a la que está atenta la prosa (casos de vida cotidiana, episodios históricos o culturales, memoria bonaerense), pero la intención de descubrir el trasfondo paradójico de la existencia es plenamente poética. La mitad de los relatos contiene una única frase: «¿Cómo es posible que todos los años hayan sido el peor año de mi vida?»; texto que dialoga irónicamente siempre con el título. En este caso: «Demasía». De la otra mitad, me han gustado los relatos autobiográficos.

martes, 18 de noviembre de 2008

Uma responde

Con la mirada busca algo, a alguien, pero tropieza con un bloque de pisos: papel cuadriculado. «Hace demasiado calor», contesta al fin Uma. Nélida, que le ha preguntado cómo se vive en su país, se queda contemplando la respuesta como si se tratara de un globo que asciende. «¿Cómo es el país donde te han llevado?», le preguntó la abuela meses atrás, cuando la visitaron. Recordaba el gesto de buscar algo con la mirada mientras la vaca chapoteaba en el barro. «Hace demasiado frío, abuela», dijo. Y la abuela acogió sus palabras con un abrazo y una pizquita de compasión.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Sobre «El futuro de la literatura»

Tras leer con entusiasmo la anotación de Germán Gullón en su blog, que es mío ya de cabecera, quería escribir algo diciendo lo lúcida que me parecía esa visión del mundo académico... iba a teclear una frase tópica: «cada vez más fosilizado», pero de repente he pensado que no era cierto; los fósiles son pequeñas maravillas donde la vida ha quedado prendida a su propia huella. Como la literatura. De hecho los verdaderos fósiles son los libros, que dejan para siempre grabado lo que no se puede grabar: el instante. El mundo académico no fosiliza; como dice Gullón: sólo «aburre».

sábado, 15 de noviembre de 2008

Soledad

SOLEDAD: nada más.
En ti me reencuentro y verifico;
Tú, mi veracidad.
Luis Feria
Muchos hablantes creen que su lengua es más rica cuanto más precisa: un perpetuo congreso de médicos o, mejor, de especialistas en ciencias sociales será su utopía. Soledad es una de las pocas palabras que se salvan de este malentendido y conserva la polisemia que enriquece: sus tonos brillan o se oscurecen al ser pronunciada, no en el diccionario. Es término que emparienta con la muerte; como ésta es destino y aprendizaje del mundo: saberse solo ayuda a comprender esas realidades elípticas que denominamos amor y amistad, que no son sus opuestos, sino sus complementarios. Desde la soledad se ama.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

De librerías

Me paso el día desechando ideas para novelas porque las considero meras ocurrencias. Por ejemplo, la de esta mañana: imagino una conjura de todas las parroquias del país para anunciar al mismo tiempo el Apocalipsis. Las campanas —en una combinación nueva de lo tétrico con lo espectral— sonarían incesantes hasta que se divulgara la impresión de que la muerte había llegado al fin para todos. Entro en una librería y ojeo el argumento de unas cuantas novedades. Me doy cuenta de lo equivocado que ando: lo que he de desechar son mis ideas. La literatura se nutre sólo de ocurrencias.

lunes, 10 de noviembre de 2008

A los 20 años

Leo en el blog de Liu una anotación que me da qué pensar: «les fastidia que no eches de menos esos tiempos en que lo único que tenías era 20 años». Tampoco yo los echo de menos. A los 20 años estaba tan vacío como esos estudiantes cuyos profesores dicen que no saben nada y una mañana de domingo, en el mercado de libros viejos, Antonio Rabinad me dijo: «lo único que se gana con los años es la capacidad de acabar cuanto empiezas». Y resultó cierto. Fastidiosa edad en la que no es posible ya dejar ningún proyecto inacabado.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Las ligas escolares

Descubro, tras modificar la ruta a la panadería, ciertos habitantes de la mañana que caminan hacia las instalaciones deportivas en pantalón corto y chándal. Son niños que participan en las ligas escolares. Junto a ellos va un padre o madre, con más sueño en los ojos que resignación. Me asomo al recinto y los veo calentar lanzando a canasta en ruedas perfectamente ordenadas. El entrenador da órdenes sin papar. El árbitro va vestido de árbitro. Todos juegan a ser mayores, a actuar frente a un público, cámaras, periodistas. En el patio, donde no hay nadie. Aprenden a creer en ficciones.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

«Infiel a los disfraces», de Fernando Sanmartín, col. Castillo del Inglés, 28



Fernando Sanmartín (1959) es un escritor secreto. Creo que los mejores escritores actuales comparten condición con él: escriben y publican en la provincia, fuera de ella nadie (quiero decir: casi nadie) se da por enterado, en un gesto que tiñe de mediocridad y aun diría de otras cosas peores a la crítica, en general (quiero decir: casi todos) a sueldo no de la literatura sino de unas cuantas editoriales. Su libro, que acaba con un poema final espléndido sobre su ciudad, le de título no a esta época, desgraciadamente, sino a aquellos que la época oculta: Infiel a los disfraces.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Hipertexto intercultural

All you need is love: sólo leer esta frase, uno ya la tararea. En la misma época, Philip Larkin cerraba The Whitsun WeddingsLas bodas de Pentecostés— (1964) con un verso que parece sacado del estribillo de una canción de los Beatles: What will survive of us is love —«lo que nos trasciende es el amor»—. En el último número de Mercurio veo una entrevista a Francisco Brines donde explica que «El amor representa la mejor inserción del hombre en el tiempo». Y en un bar del Albaycín descubro este cartel. ¿Alta y baja cultura en el mismo hipertexto?

sábado, 1 de noviembre de 2008

FGL díptico y elegía

Lorca pintado en albornoz por Gregorio Toledo y
su hermana Isabel tocando el piano. Los pianos de la familia: el grande en la Huerta de San Vicente, uno de pared en Fuentevaqueros. Una casa de labradores con tierra, ésta, que guarda la cama donde nació y la cuna con pies de balancín donde se crió, enseres de familia salvados de lo que no salvó al poeta. Hoy las dimensiones de cualquier casa de Fuentevaqueros la empobrecen, pero el gusto que firman los arquitectos ensalza el saber y la elegancia de los viejos maestros de obra.
Lorca… cuando subía esta escalera.
(2)
Hay en Lorca una paradoja que pasa desapercibida. Se piensa, y se presenta, como un poeta de caracterización densa, única, rotunda. Y sin embargo su obra poética es el fruto de varios autores —tan diferentes entre sí como lo fueron los heterónimos— que se repartieron el curso de la vida de Lorca, y en lugar de firmar cada uno con su nombre, como hizo Pessoa, se empeñaron todos, aunque resulte difícil de creer la convergencia de universos literarios tan diversos —andalucista, neoyorquino, tradicional, surrealista, sonetista, arabista…—, con un mismo emblema: Federico García Lorca. Su manera de interpretar la despersonalización vanguardista.