Los ángeles de Nancy Spero no son ápetos, sino monoalados, como los paracaídas abiertos o los hongos venenosos. Los ángeles de Nancy Spero no ocultan el pene tras una hoja de parra apócrifa, lo exhiben como oraciones con carcinomas. Los ángeles de Nancy Spero componen un alfabeto con una misma letra huída del alfabeto por terror a los cielos: una B tumbada o una T cabezota, que se hincha y se alza y se repite, repite, con diacríticos inútiles porque el mensaje de la muerte no precisa matices. Los ángeles de Nancy Spero no escriben lo que no podamos leer.